Saturday, August 23, 2014

Plurrio vino de visita






Amaru me dijo anoche, aún entre sueños: plurrio no me deja dormir. La ventana de la sala estaba abierta y el piso debajo de mis pies frío como la loza. Se me encogió de repente el pecho y corrí rápido a meterme debajo de las sábanas. ¿Plurrio?

A los pocos instantes, tía me llamó para decirme que habías salido. No tuvieron que decirme más, porque ya supe que te habías ido al lugarcito ese que te gusta, donde tienen la televisión pequeña en la esquina, siempre dando pelota, donde sirven el brandy fuerte sin hielo, que te hace arder el esófago mientras te endulza la lengua. Más de una vez te acompañé a ese lugar, y cojimos las guitarras colgadas en la pared para tocar esa canción de Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo. En ese lugar se desayuna sandwich de huevo frito con Fanta de piña y se escucha merengue desde que sale el primer rayo de sol.

Saliste tan rápido anoche que no pude contarte de mi nuevo hogar. Tenías razón cuando me dijiste que me iba para el sur y no me volverías a ver. Qué rabia me da cuando tienes razón, viejo impertinente. Santiago es lindo pero la comida es mala. Creo que te gustaría la cueca. Aquí el aire es frío y me trizó los labios, y te tengo envidia porque sé que donde estás está tan caliente que ya tuviste que desvestirte la calva. La palmera de la que estás recostado da una brisa rica y cálida, que juro ahora mismo me acaricia el pelo alrededor de la cara. Pero no me hagas caso, que son vainas mías. Uno se agarra de cualquier cosa para estar allí contigo.

Estoy contenta porque saliste de tu claustro, que poco a poco te apagaba la voz y te quitaba el aire. Te fuiste digno, ergido hasta dar el último portazo. Pero no puedo evitar que se me llenen de lágrimas los ojos y que me comience a faltar el aire, ese que ahora a ti te sobra. Te imagino tomando el aire a bocanadas, los pulmones inflados, vivos, cantos de pájaros saliendo de tu boca. Te escucho, escucho tus cantos, los escucho a mi lado, aquí conmigo.

Hago un esfuerzo por abrir mis ojos hinchados, todavía sentada en mi cama frente a la ventana, y ahí estás frente a mí. ¿Quién dice que no funciona llorarle a los padres para que consientan a uno? Viniste. Te postraste en esa rama y no te moviste aunque el viento frío de la mañana soplaba fuerte y te revoloteaba las plumas. No te fuiste hasta que me harté de mi propio llanto y se me secaron los ojos y las pestañas. Amaru entró a mi habitación, a ver como yo seguía, él ya más calmado.   
-Mamá, ¿qué haces?
-Aquí mi amor, que plurrio vino de visita.


 Fotos tomadas desde mi ventana.