Tuesday, June 21, 2011

Ellos y Nosotros







En el bus camino a Cogua, la foto enmarcada saltaba levemente sobre mis piernas, al son de los hoyos en las calles y el Vallenato en la radio. Los pastos a cada lado del camino en la carretera, cercados por postes de madera conectados con púas, me acordaron a mis viajes en carro por los campos de la República Dominicana; el calor del brazo de Andrés sobre mis hombros me acordó a esa inocencia infantil de sentir que el mundo es un lugar justo. Cuando llegamos a la plaza, a eso de las tres de la tarde pensamos que ellos estarían sentados en cualquiera de los bancos de concreto, que a esta hora estaban menos fríos por el sol de la tarde. Dimos la vuelta a la minúscula plaza y no los vimos. ¿Se les habrá olvidado que veníamos? ¿No nos habrán creído cuando les dijimos que les traeríamos la foto?

Cuando hablamos con ellos días atrás, escuchamos cosas muy valiosas, cosas casi extintas, como el hecho de que frecuentan la misma plaza de árboles grandes todos los días, como novios, como esposos que han sido por los últimos 53 años. El inexorable paso de sus 80 y tantos años era evidente en los hondos surcos en su piel y en sus dientes, escasos y descoloridos, exhibidos en sus carcajadas. Lucían enamorados, con el brillito en los ojos, una sensación que reconocí como mía al instante.

De forma casi forense, con la foto en mano, preguntamos a la gente en la plaza si alguien conocía a estos viejitos, hasta que el señor de la floristería nos dijo que su casa era la de la esquina, al final de la angosta y empinada calle en la que estábamos. Caminando en bajada hacia su casa, comenzé a percibir la magia de este momento, la dulce satisfacción de un simple acto de cariño, y la alegría de poder compartirlo con alguien a quién quiero. Cuando tocamos la puerta, la foto aún sostenida a la altura del pecho, la niña que nos abre grita: Abuelaaa!...y sale primero él, frunciendo el ceño para ver mejor y detrás ella, a paso lento. Cuando llegaron a la puerta ya no podían dejar de reir. “Pensamos que no vendrían","por favor, déjennos brindarles un tintico”.

Al entrar a su casa, de paredes azules, de peluches polvorientos y fotos amarillas en blanco y negro, sentí que era mi destino haber venido a Colombia, haber conocido a Andrés, y estar sentada en el viejo sofá hablando con Álvaro y Ana Dolores. Me sobrevino un sentimiento enorme de pertenencia en aquel lugar que visitaba por primera vez, y mientras Ana Dolores nos traía el tinto con pan, Álvaro nos preguntaba: pero si se quieren, ¿Cómo pueden estar separados? ¿Cómo sobrevivirá el amor? Fue extraño escuchar en voz alta las preguntas que ya merodeaban en mi cabeza y para las cuales todavía no existe respuesta alguna.

¿Cómo definir lo efímero, o lo longevo? ¿Cuál es el hilo conector que cose el amor entre generaciones, países y culturas? En tan agudamente opuestas realidades como la de ellos y la de nosotros, creo que el sentimiento que une ambas experiencias es la disposición a descubrir qué trae el camino, ya sean 53 años de matrimonio o sólo diez días en Colombia; esa disposición es la invencibilidad del enamorado, la reconozco por que la que vi en ellos, en sus ojos cuando los retraté, y supe que eso es lo que no quiero dejar de sentir.

Nos fuimos sin respuestas a las preguntas de Álvaro, pero no sin antes prometerles que si este amor raro y repentino de nosotros sobrevive la distancia, tomaremos el bus a Cogua de nuevo e iremos directo a su casa, a tomarnos un tintico.

Sunday, June 12, 2011

Lugares



Dime dónde...

coloco la hermosa satisfacción de no haberme equivocado contigo.

pongo las intermitentes ganas que tengo de tí.

dirijo las ganas de hablarte y de contarte mis cosas, aunque sean más disfuncionales de lo que me gustaría revelar.

meto las ganas de escucharte al levantarme diciéndome: te quiero hermosa... acariciando mi pelo, abarcando mis pechos con tus manos.

encuentro tu olor otra vez, aquel, el improvisado, el que es solo tuyo.

coloco las ganas secretas que tengo de escuchar tus regaños y negociar contigo mi libertad para las pequeñas cosas, cómo los cafés a deshoras.

meto el deseo de pasear contigo por tu pueblo y pretender que mi vida no es tan compleja.

pongo mis ganas de verte a los ojos, y ver cómo se nos empañan de lágrimas por la ironía de la vida.

pongo las ganas irreductibles de estar contigo sin importar cuan efímero o estúpido esto parezca.

almaceno la necesidad de cantarte al oído nuestra canción.

guardo todos los recuerdos contigo y de ti para que no me duelan.

te pongo ahora que te encontré.

Si encuentras aunque sea uno de estos lugares, compártelo conmigo, porque todos los que he hallado, me acuerdan demasiado a ti.

Saturday, June 11, 2011

Diez Retratos de Santiago de Chile











...llorando por el humo siempre eterno, de aquella ciudad acorralada por símbolos de invierno. - Santiago De Chile, canción de Silvio Rodríguez.