Monday, July 10, 2017

Cómo emprender el viaje en cinco semanas: 24 Horas



Lo primero que debes saber es que hay cosas que no puedes preguntar cuando hablas con alguien desde lejos. Una vez aceptas esta limitación, las conversaciones se vuelven infinitas. Una buena estrategia para lograr esto es no salirse de las últimas 24 horas. Puede parecer contradictorio, pero permíteme un leve divagar y yo me permitiré asumir que si todavía conversas con alguien después de haberse ido, ahora que vive en otro espacio en el que no cabe tu cuerpo físico, es porque quedan partículas de algo grande, de algo magnífico. Un Big Bang en menor escala.

En los confines abalaustrados de las últimas 24 horas, no caben las demás personas que han formado parte de tu historia; no cabe tu ex pareja ni su ex pareja, no caben aquellas personas poco merecedoras con las que te obsesionaste y de las que te encanta hablar, y tampoco encajan las dinámicas complejas de tu familia. Los intercambios son breves. La cantidad de caracteres en los textos que pululan desde los dedos es bastante mísera; la voz al otro lado del teléfono viaja ya distorsionada con los sonidos de los respectivos espacios que ambos habitan, como en ese juego infantil llamado Teléfono, donde le dices al oído a alguien: “manta”, cierto deseo inconsciente reflejado en la elección de esta palabra, y las personas reciben la manta a su forma, la escuchan como les viene en gana, la van pasando hasta que el último grita “canta” y todos eructan en un tarareo colectivo. A través de estas vías mezquinas, es imposible hacerle justicia a los temas mayores de la vida.

Entonces queda solo lo ordinario, lo burdo, lo cotidiano. Ese aburrimiento desde donde sale lo lúdico. Queda jugar a imaginarse sus primeras horas de estas 24. Cambias tu sed por conocer cada recoveco de su historia por imaginarte solo el olor de su pijama y acercar tu nariz a esta, tu primer movimiento del día. Reemplazas las expectativas, que me abstendré de denominarlas como engañosas, con enviarle trocitos de lo que alimenta a tu alma, para que él también pueda nutrirse, así una especie de simbiosis. Simbiosis post-moderna en la que no se tocan, donde el alimento de cada parte reside no en la unión, sino en la libertad de ambos de imaginarse su propia crisálida…frágil, única, transparente.

En el transcurso de estas 24 horas se esclarece el engranaje de la alquimia. Transcurre el tiempo como una máquina gigante que funde los detalles insignificantes de este día en algo valioso, en la construcción de mapas emocionales que nadie más ha recorrido, en cosas que brillan porque ya no existirán mañana.

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